SALIGIA. 7 PECADOS CAPITALISTAS
SUPERBIA
El pecado de la soberbia es considerado para el cristianismo como la base de todo el mal. “Un tumor del alma infectado que cuando está maduro estalla y crea una terrible confusión”.El Papa Gregorio Magno lo definió como la semilla de todos los pecados. ¿Qué tiene de especial esta tentación?
A este pecado se le asocia la arrogancia y la sensación embriagadora que produce en quiénes acaban cayendo en él. Originariamente, en el listado de los 8 pecados del monje Evagrio Póntico, este pecado tenía doble contenido: vanagloria y orgullo. Entendiéndose por el primero todo exceso de vanidad, haciendo que la persona utilice a otras para satisfacer su ego; y, por orgullo, la autosuficiencia, el no sentir la necesidad de Dios. Este último resulta crucial para comprender el poder de este pecado dentro de las siete tentaciones.
Muchos teólogos consideran que la soberbia va más allá del paraíso terrenal y la creación del hombre. Debe su origen a tiempos anteriores, concretamente a la caída de Lucifer.
Pese a no incluirse este capítulo en la Biblia, es por todos conocida esta leyenda, presente con diferencias en el cristianismo, judaísmo y el islam. Lucifer debe su destierro a su orgullo. El no querer inclinarse ante la obra de Dios hizo que se creyera estar a la misma altura que la divinidad. La caída de Lucifer de la gracia de Dios hizo que éste se revelase contra la divinidad. Acabó convirtiéndose en la encarnación del mal, más conocido como Satán. Como represalia a su destierro, Satán juró envenenar la mayor creación de Dios: el hombre.
Para ello, encarnado en una serpiente, instó a pecar a Adán y Eva. Así pues, Adán y Eva cometieron el mismo error que acabó desterrando a Satán: desobedecieron los consejos de Dios transgrediendo la norma.
La Biblia dice que Dios creó a los humanos dándole completa libertad y, este libre albedrío, es lo que les puede conducir hacia el bien o, de lo contrario, hacia el mal.
Presencia en otras religiones
Ya en la época grecorromana esta tentación ya era catalogada como la más importante. Para los griegos era conocida como Hybris (creerse igual a un dios). Ejemplo de ello lo encontramos en los mitos de Ícaro, quién fue condenado por querer tener la capacidad de volar, y Aracne, quién, por querer desafiar a una prueba de tejer a la diosa Atenea, fue convertida en una araña.
El propio cristianismo castiga esa desobediencia con el infierno, un espacio habitado por aquellos que caen en los pecados divinos. El propio Dante, en su obra magna “La Divina Comedia” ya advertía de esta tentación aconsejando no ser soberbios, ni alimentar demasiadas ambiciones.